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Publicado: 19 Marzo 2023
Lo mejor del partido fueron las más de mil personas que asistieron a La Moheda
Aurelio Maroto
Juan Carlos Peñalver tiene faena. A la dificultad de salvar al equipo, se unen algunas piedras dentro del vestuario. Menos mal que su diplomacia es digna de Nobel, por ejemplo cuando le preguntan por el caso Fofana. Probablemente no es el único problema en las tripas de una plantilla con algunos vicios adquiridos, pero que tiene en sus manos una tarea: mantener al CF La Solana en Tercera RFEF. Y eso no lo pueden hacer las más de mil gargantas que este domingo llenaron La Moheda como hacía tiempo no se veía. Lo debe hacer el equipo, que cedió una nueva derrota en casa ante el Toledo, al que Carlos Gómez Luján ha rescatado del barro.
El 1-2 frente a los verdes es el resultado de un partido donde La Solana fue a remolque. Solo el gol de Juli en el 63 dio algo de luz a un equipo que, hasta ese momento, no tenía fútbol, no tenía gol, y ni siquiera tenía alma. La derrota hunde un poco más a los amarillos en el primer puesto de descenso directo. Si lo medimos por números, la salvación sigue cerca, solo dos puntos; si es por sensaciones, está más lejos.
La Solana fue netamente inferior al Toledo durante 63 minutos. La defensa de tres centrales, que tan buen rendimiento dio en Cuenca, fue un tamiz de fácil acceso para los extremos visitantes. Fran Marín posiblemente vivió los peores minutos de su vida futbolística, o al menos de los peores. En apenas diez minutos, el Toledo ya había creado tres ocasiones claras en transiciones rápidas. Al agujero atrás se unía la falta de peso en la medular para controlar el tempo de partido. Tan solo David Sevilla, que acabó siendo el mejor de los locales, volvió a parecerse al que lleva tiempo sin parecerse. Pero era insuficiente para generar juego de ataque, donde tanto Reyes como Vicente chocaban una y otra vez en la tela tejida por Carlos Gómez.
Juli Cacho pugna por un balón con Mamau
El Toledo jugaba cómodo en la incomodidad de la maltrecha hierba de La Moheda. No sufría y sí amenazaba. Hasta que llegó el golazo de Angelito (m.18), que aprovechó otro boquete en el corazón del área. Tocaba remar a contracorriente por enésima vez en casa. Sin embargo, el gol no cambió mucho el decorado, ya que La Solana solo asomaba en acciones aisladas, casi siempre por la banda de Jesús de la Hoz. Juli estuvo a punto de enganchar un centro al segundo palo en la mejor (y única) ocasión local en toda la primera mitad. La puntilla la dio Cristo en el minuto 40, cuando cabeceó un balón suelto, uno más, entre una nube de defensas.
Lo mejor llegó después, y no fue precisamente con ambos equipos como intérpretes. En el descanso, casi 250 chavales salieron al césped. Era la escuela de fútbol base del club, un crisol que dejó una imagen de futuro como mínimo ilusionante. Por desgracia, ese influjo filial no tendría efecto cuando volvieron a escena sus mayores. La Solana volvió de vestuarios con la misma incapacidad que se refugió en él. El partido entró en un tedio casi absoluto. Los de Peñalver no podían, o no sabían, y los de Gómez no querían, o esa impresión daban. Resultado: un partido plano.
Mira por donde, llegó el gol de Juli tras un barullo en el área y el panorama cambió. La Solana se enchufó y el Toledo se fundió, o por lo menos se confundió. No es que en esa media hora que aún restaba se viera un juego brillante y un acoso y derribo contra la meta de Yelco, pero sí se vio a otro equipo, más valiente, más generoso en la porfía y con un halo de empuje inédito hasta ese momento. De hecho, mientras el Toledo desapareció en ataque, la sensación es que el empate podía llegar.
Pero no llegó. El 1-2 fue inamovible y La Solana murió en la orilla, que es donde peor se puede morir. La afición, excelsa en número y en comportamiento, se marchó cabizbaja, resignada, mansa… Mientras, la afición toledana, muy animosa toda la tarde, festejaba con sus jugadores una permanencia que allí se da por segura. Misión cumplida, Carlos.
Quedan cinco partidos, que naturalmente serán cinco finales. La permanencia sigue muy cerca, tanto como el abismo. Toca recuperar la moral de ese vestuario, tocado por múltiples razones. Lo dicho, Juan Carlos Peñalver tiene faena.
Carlos Gómez y Juan Carlos Peñalver se saludan antes del comienzo del partido
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