El Villacañas conquista La Moheda en el show de Carrasco Hervás

         El colegiado -en el centro- se erigió en protagonista en el La Solana-Villacañas      

              Aurelio Maroto

            Caía la tarde en La Moheda y a los ayudantes de Juan Carlos Peñalver no le encontraban la sangre. Rugían de indignación. Un tal Samuel Carrasco Hervás acababa de expulsarlos por no decir ni hacer nada. Nada suficientemente punible, se entiende. Era su particular lazo al regalo envenenado que entregó al CF La Solana este domingo. Un personaje. Su actitud, secundada por sus auxiliares, no se circunscribe a un desempeño técnico como árbitro, discutible según qué ojos lo escruten; ni siquiera a una supuesta fobia por heridas mal curadas –léase Torrijos, 23-10-2022-. A veces, basta con saber hasta dónde llegar y, naturalmente, tener arte para el disimulo. En este caso, ni límite ni disimulo. De arte, ni hablamos.

He ahí el gran lamento del entrenador amarillo al término del partido. “No quiero que me den, pero merecemos respeto y hoy no nos han respetado”. “El propio equipo rival decía que jamás había visto una persecución como la que hemos sufrido hoy”. “Nos ha sacado del partido desde la primera jugada, y ya no son las faltas o las expulsiones, sino la actitud; el juez de línea ha estado más pendiente de nosotros que del partido y eso nos ha ido minando”. “Yo no estuve en Torrijos, pero los jugadores sabían lo que podía suceder desde que se conoció la asignación”. Eso sí, cuando Radio Horizonte le preguntó si cree que el trío llegó predispuesto a La Moheda, prefirió ser prudente: “Quiero pensar que no”.

            Sea como sea, el mal está hecho. La victoria del Villacañas fue justa, y también corta si tomamos como medida las ocasiones de gol. Fue el partido sin partido. La génesis madrugó, con esa protestada falta que originó el 0-1 de Curro (m.2). El posible ‘error’ arbitral lo alimentó la tontuna de los jugadores locales, más preocupados de protestar que de defender el saque rápido. Llovía sobre mojado. Y mientras Carrasco Hervás se tropezaba con jugadores y con el balón en un circo inacabable, el partido se calentaba. Y la afición también. Pudo empatar La Solana en una doble oportunidad bajo palos. Lo intentaba Vicente por la derecha, culebreaba Reyes entre líneas. Se echaba de menos la presencia física de Ginaid, KO por un tobillo. El Villacañas se defendía bien y Antonio Fernández acechaba en las proyecciones a la contra. Poco antes del descanso, el auxiliar del lateral sur llama a su jefe y señala extendiendo el dedo acusador: “¡Ese, el 23, agresión!”. Roja directa y David Sevilla abandona el campo entre lágrimas de impotencia.

-La Solana-Villacañas jugada

Almarcha y Bruno pugnan por un balón durante el partido

            Acaba el primer tiempo y Peñalver, cauto, deja en la caseta a un excitado Almarcha. También a Juli. Diego Sevilla se pone el brazalete y el equipo arranca el segundo asalto con la sensación de tener cuatro adversarios enfrente: el rival, el resultado, la inferioridad numérica y… don Samuel y su tropa. La Solana se mantuvo viva mientras duró el 0-1. El Villacañas pudo golear en cuatro o cinco ocasiones clamorosas. No lo hizo y el debutante Ingoma Nwanza pudo empatar en un cabezazo que lamió el travesaño. Pero el choque tenía color visitante. Para colmo, Vicente se había marchado lesionado. Faltaba dinamita, faltaban fuerzas, y faltaba convicción. Sin embargo, lo que de verdad faltaba (valga el pleonasmo), era la traca final.

Ya con el 0-2 en el electrónico y todo decidido, el árbitro expulsó a los dos ayudantes de Pañalver, Juan Carlos Ocaña y Juanfran Salcedo, por supuestas protestas al auxiliar de su banda. Sin embargo, el acta reza que fue Juan Carlos Pañalver quien vio la roja en el 89. Debió expulsarlo en su mundo paralelo, en su flujo onírico, porque el técnico solanero siguió dirigiendo hasta el final del partido sin que nadie le instara a abandonar el banquillo. Es más, también expulsó a ¡Sancho!, que veía el partido como un espectador y ni siquiera pertenece ya al club. Qué cosas. El cargador de su metralleta de rojas lo agotó expulsando a Juan Santos, según su entrenador ¡mientras estaba en la ducha!

Ahora, solo falta conocer la traducción real de este pequeño circo cuando lleguen las sanciones. Quién sabe, a lo mejor hasta sale el hombre-bala para apuntalar el aventura. O la desventura, más bien. Ya lo decía Chiquito, una mala tarde la tiene cualquiera.

Be the first to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo no será publicada.


*